sábado, junio 03, 2006

Canes en Cana

ENEMIGOS PÚBLICOS. Conozca el penal de máxima seguridad para perros antisociales.

El Centro Antirrábico de Lima posee una zona de cuarentena con capacidad para mantener cautivos a 125 perros. Es una especie de cárcel canina donde los denunciados por agresión deben purgar una condena que puede culminar en pena capital. La siguiente es una crónica desde la única prisión donde los reos no gozan de beneficios penitenciarios.


Los internos no lucen tatuajes de Sarita Colonia en el pecho. No los necesitan para inspirar terror. Tampoco purgan condenas perpetuas, aunque algunas torvas cicatrices hablen de su bravura criminal. De hecho, no aguantan pulgas. Evite acercarse a sus oscuras celdas. No confíe si le mueven el rabo, si le guiñan el ojo, si le piden un huesito, si lo invitan a una fugaz rascada de panza. Tras el primer lengüetazo amistoso podría surgir una dentellada jurásica. El equivalente a un chavetazo ruin. Mejor recuerde a Hanibal, el caníbal, y evite cualquier cercanía local. Sus prontuarios harían tragar saliva al propio Rintintín y al mismísimo perro del hortelano. No hay pintas, salvo las de algún dálmata. Jamás hubo motines, pero la historia de este presidio registra increíblemente algunos intentos de fuga. Los cerrojos, inicialmente sin tope de seguridad, eran hábilmente descorridos luego de dos o tres inteligentes manotazos. Los perros conseguían salir de las rejas.
Sin embargo la fortificación, consistente en doble verja y muros a prueba de saltos, frustraron esos absurdos sueños de libertad. Aquellos cerrojos ya fueron reforzados y el suelo de concreto impide la posibilidad de un nuevo capítulo de Los Topos, la espectacular fuga de Castro Castro. De aquí no podría escapar ni el perro del Anticristo.
Usted está ante seres confinados debido a sus terribles acciones criminales (morder, arrancar y escupir pedazos de piel, mutilar apéndices nasales, saltar sobre cuellos, triturar brazos, masticar zapatos con pie adentro, y no de sus congéneres sino de seres humanos, sus mejores amigos). Literalmente aquí hay elementos más bravos que los de Lurigancho, sobre todo si hablamos de quién cometió más perradas. La sociedad los condenó y no hay privilegios que valgan. Si Lassie cayera con el hocico en la masa, ni el mejor buffet de abogados de Beverly Hills podría echar sus huesos a la calle. Y en esto no hay perros que valgan.

Can Caliente
Caminando por el pasillo central, al final de un pabellón repleto, nos encontramos con la celda del más famoso reo: Tony, alias Tiburón, bautizado así luego de arrancarle la nariz a un niño en San Juan de Lurigancho. Las crónicas rojas han dado sobrada cuenta de este hecho luctuoso. “Perro arranca nariz a angelito”, titula un diario bautizado cuál órgano de la visión, más que del chineo.
Hace una semana, sin sospechar que sería la última vez que miraba completo a su hijo, Lourdes Bustos besó a Sandro Cuadros Bustos (4) y lo dejó en la casa de su madrina, sita en la cooperativa Santa Úrsula, San Juan de Lurigancho. El niño solía jugar allí con sus primos. Tony, un perro chusco, amargado y nervioso, no representaba peligro aparente teniendo en cuenta el grosor de la soga que le colgaba del cuello.
Pero ese día (¿dónde te habías metido San Antonio?), Tony calculó un ataque sorpresa. Se libró de la soga e irrumpió en el cuarto donde su víctima jugaba inocente. Como en un concierto de imágenes sucesivas y a la vez congeladas en el espacio (ver Matrix Reloaded), el can se lanzó contra el rostro del menor y, según Ojo, de un solo mordisco le arrancó la nariz, dejándolo tendido en un charco de sangre. Ahora, mientras los padres del infortunado niño (interno en el Instituto del Niño) solicitan ayuda, Tony nos mira con ojos inyectados desde el fondo de su merecida celda. Sus amenazas no nos amilanan y nuestra valiente reportera gráfica se acerca lo suficiente para retratar el rostro del delito. “Canebo” no podría verse tan feroz. Su ficha de ingreso registra el 19 de mayo. Está condenado a muerte por inyección letal. Como protesta, ha destrozado los baldes donde recibe el agua y sus alimentos.
“Desconozco los detalles del ataque pero es probable que los niños hayan fastidiado al perro”, dice la directora del centro, doctora Mónica Villanueva Herencia. “Hay canes que no están acostumbrados a los menores y reaccionan violentamente”.
Estos canis familiares con traje a rayas deben ver a la directora como a una Cruela de Vil sin mechones. “Antes decían que aquí les pegábamos a los animales, pero es falso”. La doctora es propietaria de una cocker spaniel llamada Erika, a la que jamás imaginaría presa.
“¿Despiertan alguna compasión en usted esos canes?”, pregunto. “No, no”, enfatiza. “Porque muerden. Si usted viera cómo vienen las personas: desgarradas, con mordeduras múltiples, chicos sin orejas...”
Algunos pacientes que acuden al centro antirrábico fueron mordidos por sus propias mascotas. El dueño suele solicitar el sacrificio del animal. El precio: 10 soles y si te vi no me acuerdo.
Según la ley, un perro agresor debe ser sacrificado. En tal caso la víctima puede presentar un certificado donde conste que el ataque fue causante de más de 15 días de descanso médico, y una solicitud de muerte. Al dueño del bicho solo le queda acatar la ley y organizar una despedida a su condenada mascota. El año pasado fueron sentenciados a muerte tres perros pitbull.

Amores perros
Pero no siempre una mordedura grave culmina en pena capital. La doctora recuerda el caso de un perro que atacó a un individuo hasta arrancarle los dientes de la mandíbula inferior. La víctima solicitó inyección para el can. Pero el dueño contrató a un abogado de presa que, luego de abonarle una generosa suma, convenció al afectado de eliminar la solicitud funesta. El perro salió libre y la víctima hoy luce dientes nuevos. Pero no todos los perros nacen con un abogado bajo el brazo.
La zona de cuarentena del Centro Antirrábico registra de 20 a 30 ingresos mensuales. En el mismo periodo, de 500 a 600 individuos reciben atención por mordida de perro. Solo en el 2002 más de tres mil personas denunciaron en esta dependencia haber sufrido agresiones caninas. Apenas el cincuenta por ciento de los ataques son denunciados.
Tras los barrotes asoman pelajes de toda alcurnia. “Esta es como la casa del jabonero. El que no cae resbala”, sazona la directora. “Todo el que tiene dientes muerde”. Efectivamente, una amplia colección de razas nos gruñe o sacude el rabo. Incluso hay un par de perras (Chata y Laika) en prisión junto a sus cachorros de teta, sus ojos como uvas furiosas y los hijos ignorantes del oscuro destino.
Los pitbull son la raza predominante en esta versión menor de Lurigancho. Huiro, ejemplar atigrado de La Victoria, jaula B39, mordió el 14 de mayo y fue detenido al día siguiente. El sábado 24 (hoy) sale libre. Nil, de Santoyo, tiene una frazadita a cuadros, recuerdo constante de sus amos. Mordió el 13 de mayo y el mismo día fue encarcelado. Tiene una fealdad triste, propia de estos perros de pelea.

Mala pata
Apenas 29 caniles, de 125, están ocupados. La rabia ya no es frecuente en Lima pero sí los perros con colmillos largos. Los presos gozan de un holgado horario de visita. Sus amos les llevan tapers con sopa y camotes o galletas. Algunos les dejan su canasta favorita, los visten con ropas de colores antidepresivos, los miman y alientan, ya faltan pocos días para que salgas. A veces hay llanto recíproco, pero la resignación debe primar. Durante sus primeros días de encierro los canes no comen, hacen huelga de hambre, pero el paso de las horas y el ruido de las tripas te obligan a ceder. Son diez días de prisión, tiempo necesario para descartar la rabia.
Los bichos sin familia son visitados por los amigos de los animales, que además les ofrecen alimentos.
Spike, chusco negro de un año y siete meses, recibe hoy a su ama. Apenas la ve, el perro enloquece. Spike mordió a un niño de 10 años. Le arrancó la mejilla dice la dueña. Por decisión familiar no será sacrificado, lo cambiarán de casa. “Es un perrito bueno, no sé por qué mordió a mi sobrino”, gime doña Corina, que viene desde San Martín de Porras con un balde de sopa de sémola con menudencias. Los otros reos aúllan de envidia.
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Somos, AÑO XVI Nº 859

5 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

ellos no son ningunos delincuentes, no se los puede comparar con el ser humano que actua por maldad conciente, los perros que hacen eso es por lo general culpa del amo, entre comillas porque nadie es dueño de la vida, esos perros han sufrido mucho para llegar a aser asi.Me parece muy desacertado todo lo que escribes.

no dijo...

sacetado por no decir estupido y desatinado.

no dijo...

desacertado por no decir estúpido y desatinado blog

DAVID dijo...

los perros crecenn de acuerdo al entorno familiar o circunstancial, los amos son culpables de las reacciones de sus perros, pues ellos deben enseñarles a controlar sus emociones, reacciones por lo animal que son